25 julio 2005

Pereza. O la capacidad de adaptación del ser humano.


Faltan unas horas para la partida. Hoy he dedicado el día a realizar algunas compras. La última Lonely Planet. Un antihistamínico contra posibles infecciones. Una novela, "La Reina del Sur" de Reverte, para amenizar las horas de viaje. Una pequeña libreta que será mi agenda de viaje. Hace unos minutos que cerré ya mi pequeña mochila. Primera ley del viajero: llevar poco equipaje.

Todo está a punto. Y es en este instante cuando me invade la ya conocida sensación de pereza. Es curioso. Cada vez que emprendo un viaje en solitario me ocurre lo mismo. No me apetece nada iniciarlo. Es demasiado cómodo el día a día como para complicarlo marchándome a pasar incomodidades.

Pereza. La misma pereza que sin duda, dentro de algunas semanas tendré cuando me disponga a iniciar el viaje de regreso a casa. Curiosa habilidad la del ser humano para adaptarse al entorno.

Hoy es mi última noche inmerso en la rutina diaria. Mi próximo artículo lo publicaré desde la casa de mis buenos amigos Bartolomé y Mercedes, en Guanabo. A unos 30 kilómetros al este de La Habana, será mi primera parada en territorio cubano. Y la única prevista con antelación.