30 julio 2005

La Habana y los jineteros.

Las previsiones se cumplieron. Hoy llegué a Cienfuegos. Antes, el siempre pintoresco paseo en la guagua 400 desde Guanabo hasta Centro Habana. Es admirable el optimismo del cobrador de estos autobuses que, pese a que parece humanamente imposible que una persona más pueda subir al vehículo, sigue animando a los acalorados y apretados viajeros. "A ver ese pasillo, caminen, que queda mucho espacio al fondo. Venga apúrense". Toda una experiencia viajar "a lo cubano". Da una idea de lo terrible del problema del transporte en este país.

Ya en La Habana, decido hacer un largo paseo de más de dos kilómetros desde el Capitolio y el Parque Central - donde me deja la 400 -, hasta la terminal de omnibus - autobuses interurbanos - que se encuentra junto a la imponente Plaza de La Revolución, escenario de los multitudinarios discursos del comandante en jefe.

La Habana es una ciudad impresionante. Es imprescindible visitarla al menos durante dos o tres días si uno viaja a Cuba por primera vez. Su ritmo frenético, sus olores y colores, sus gentes, su impresionante arquitectura son únicos en el mundo. Sin embargo, hay algo que impide disfrutar plenamente del ambiente de la ciudad: la legión de buscavidas que en ella operan.

Alguien con una mochila a la espalda, se convierte en objetivo de todos y cada uno de los buscavidas con que se cruza. También se les llama jineteros, lo que literalmente significa que "se suben a caballo de los turistas" para conseguir algo de ellos. Ese algo puede ser vender una caja de puros falsos, conseguir que les inviten a una cerveza, llevarlos a una casa de alquiler cobrando una comisión, venderles el culo de alguna amiga a la que chulean, o venderte su propio culo si se tercia. Si uno se encuentra con estos personajes por primera vez, puede ser interesante e incluso útil ya que pueden ser guías. Cuando has tratado con ellos varias veces, la cosa cambia.

Aunque con la experiencia uno sabe como quitarse de encima a estos moscones con cierta rapidez y sin dejar de esbozar una sonrisa, la verdad es que son capaces de romper, al menos en parte, la magia del paseo.

Al fin, llego a la estación de omnibus Astro, donde tras una larga espera - absolutamente para todo hay que hacer una larga espera en Cuba -, consigo salir para Cienfuegos, mi próximo destino.