Reencuentros en Santiago de Cuba
Ocho largas horas de viaje nocturno en un autobús de Viazul, son lo más parecido a un vuelo intercontinental. Eso sí, en Las Tunas, mereció la pena parar en un ranchón - algo así como restaurante o cafetería - para cenar un bisté de puerco con papas - filete de cerdo con patatas -. Mejor cena que en los aviones, no hay duda.
A mi llegada a la terminal de omnuibus de Santiago de Cuba a las dos de la madrugada, y tras evitar la nube de jineteros, buscavidas y taxistas que esperan al visitante en toda ciudad a su llegada, me encuentro un único carro - coche - aparcado a la puerta. Y junto a él a mi buen amigo Santiago Vallina y a su cuñado Richard, que me miran con ojos sorprendidos, mientras sostienen sendas cervezas Bucanero de lata. "Coño Juanca!"
Santiago y Richard llevan dos largas horas esperando a un tal Pablo, un presunto amigo mío al que les pedí que fueran a recoger a la terminal y lo alojaran bien en la casa de Santiago, bien en la casa de Richard. "Santiago, trátemelo bien. Este tipo es como si fuera mi hermano y no la está pasando bien en su viaje. Tiene que cuidármelo y espérelo con una cerveza que le gusta la tomadera", le dije a Santiago cuando lo llamé supuestamente desde España. En realidad le llamé desde Camagüey. Pretendía que mi llegada fuera una sorpresa.
Abrazos, tragos de Bucanero y a tomar otra que nos vamos para celebrar el reencuentro a una cafetería 24 horas cercana. Hay mucho que contar. Es el cumpleaños de Richard, "coño, vamos a celebrarlo con unas cervezas, comida, ron y refrescos". Pues nada, habrá que apuntarse a la fiesta. Me alojaré allí ya que Santiago tiene a unos holandeses alojados en su casa todavía. "Pero se van el domingo y ya te vienes para allá". "Coño Juanca, que yo le decía a Carmen que ibas a venir tú. Mira que lo pensé."
En momentos como este, recuerdo por qué he vuelto tantas veces a este país. Dejé muy buenos amigos aquí. Y sin duda Santiago, su familia y su gente, son de los mejores.
A mi llegada a la terminal de omnuibus de Santiago de Cuba a las dos de la madrugada, y tras evitar la nube de jineteros, buscavidas y taxistas que esperan al visitante en toda ciudad a su llegada, me encuentro un único carro - coche - aparcado a la puerta. Y junto a él a mi buen amigo Santiago Vallina y a su cuñado Richard, que me miran con ojos sorprendidos, mientras sostienen sendas cervezas Bucanero de lata. "Coño Juanca!"
Santiago y Richard llevan dos largas horas esperando a un tal Pablo, un presunto amigo mío al que les pedí que fueran a recoger a la terminal y lo alojaran bien en la casa de Santiago, bien en la casa de Richard. "Santiago, trátemelo bien. Este tipo es como si fuera mi hermano y no la está pasando bien en su viaje. Tiene que cuidármelo y espérelo con una cerveza que le gusta la tomadera", le dije a Santiago cuando lo llamé supuestamente desde España. En realidad le llamé desde Camagüey. Pretendía que mi llegada fuera una sorpresa.
Abrazos, tragos de Bucanero y a tomar otra que nos vamos para celebrar el reencuentro a una cafetería 24 horas cercana. Hay mucho que contar. Es el cumpleaños de Richard, "coño, vamos a celebrarlo con unas cervezas, comida, ron y refrescos". Pues nada, habrá que apuntarse a la fiesta. Me alojaré allí ya que Santiago tiene a unos holandeses alojados en su casa todavía. "Pero se van el domingo y ya te vienes para allá". "Coño Juanca, que yo le decía a Carmen que ibas a venir tú. Mira que lo pensé."
En momentos como este, recuerdo por qué he vuelto tantas veces a este país. Dejé muy buenos amigos aquí. Y sin duda Santiago, su familia y su gente, son de los mejores.
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