03 agosto 2005

La Boca, Punta Maria Aguilar y Playa Ancon.

Hacer planes en Cuba mas allá del momento presente o del instante inmediatamente siguiente, no es recomendable. No podemos tratar de aplicar una agenda o una planificación de varios días en un país como este, sin caer en la desesperación. Los cubanos no saben de puntualidad, ni de prisas, ni de desesperos, ni de estrés. Por ello conviene adaptarse a su ritmo, si no queremos que nuestras vacaciones se conviertan en una batalla constante.

Así que hay que adaptarse y vivir el momento. Hoy intenté planificar el día y como no podía ser de otro modo, todo falló. Traté a primera hora de contratar una salida de buceo con el centro de la cercana Playa Ancón, a 19 kilómetros de la ciudad. Está suspendido el servicio por el huracán. Me enteré de que hay dos buzos particulares que de manera más o menos legal, organizan salidas para los turistas en la cercana playa de La Boca. Demasiado tarde, salieron ya con un grupo de turistas. Decepción.

Al final alquilé un cocotaxi - una especie de ciclomotor de tres ruedas y una carcasa ovoide - y le pedí que me llevara por la costa desde La Boca a ver si por casualidad encontraba a los buzos trabajando. Hay que tener en cuenta que con excepción de la misma playa de La Boca, donde llega un autobús de Trinidad y donde se concentra la población local que va a la playa, el resto de los aproximadamente 10 kilometros de costa estan prácticamente desiertos hasta los hoteles de Ancón, que todavía permanecen cerrados por los efectos devastadores del último ciclón.

No hubo suerte. Tras realizar el recorrido completo hasta el punto máximo donde se permite pasar tras los daños de Dennis, me quedo en una excepcional playa, la de Punta María Aguilar. Apenas una docena de personas ocupan la larga extensión de arena de aguas cristalinas y arrecifes de coral a tan sólo un metro de profundidad. Hay un grupo de pescadores submarinos cubanos. Me quedo alli con la esperanza de poder alquilarles sus equipos para poder practicar la pesca submarina.
Esta vez sí tuve suerte. Por el modico precio de 4 CUC - menos de 4 euros -, me alquilaron aletas, tubo, lastre, cuchillo y un mastodóntico fusil de pesca de aire comprimido fabricado artesanalmente, además de ofrecerme una interesante charla sobre técnicas de pesca y especies apreciadas.

Al final fueron dos largas horas sumergido en un arrecife de coral rebosante de vida. Una gozada. No llegué a disparar el fusil ni una sola vez, aunque vi algun gran pargo, una aguja, multitud de peces loro e incluso algunas langostas. Sabía perfectamente que difícil para mí alcanzar una pieza con semejante armamento - nada que ver con mis ligeros y eficaces fusiles spetton o excalibur - y además, no quise arriesgarme a romper la varilla del fusil por un mal disparo, lo que hubiese generado un problema a mis socios mas allá del tema monetario. El material de buceo es caro y escaso en Cuba. Eso sí, valió la pena. Fue el mejor momento que pase en Trinidad, sin duda.

Por la tarde, ya en la ciudad de Trinidad, las cosas volvieron a su cauce, y la sucesión de decepciones continuó. A las cinco de la tarde, llegue hasta las ruinas del Teatro Brunet en la calle Maceo - hoy un lugar turístico - , con una botella de la noche anterior en la Casa de la Musica y con el que pacté unas clases particulares de percusión. David no estaba. Se fue, no iba a volver y nadie tenía su teléfono ni su dirección. Tendré que negociar mis clases de percusión en otra ciudad.

Tras la decepción del percusionista, decidí gestionar mi siguiente etapa de viaje. Mañana con el alba parto en autobús hacia Camaguey - a unos 350 kilometros hacia el este-. Traté de gestionar en la agencia de viajes estatal Cubatur la posibilidad de ir desde Camaguey a Playa Santa Lucía. Se trata de un enclave turistico que para mí tiene un solo interés, el shark feeding. Se trata de sumergirte con equipo autónomo en aguas libres del Atlántico - costa norte cubana - y dar de comer a tiburones de 2-3 metros. Pura adrenalina.
Viajar hasta alli tiene cierta complicación ya que es un enclave cien por cien turístico y hay que hacerlo de forma oficial. Autobús turístico, alojamiento en hotel y contratación oficial del buceo con el estado. Por eso no tengo más remedio que tratar con las agencias de viajes estatales como Cubatur. Ante mi sorpresa, el tipo de la oficina de Cubatur de Trinidad, me cuenta que estan en temporada baja - ¡en agosto! - , que toda Santa Lucía cerró por reformas - ¿todos los hoteles? ¡si hay cinco! - y que mejor no vaya. Fin de la charla.
Mañana trataré de encontrar en Camaguey a otro empleado de Cubatur más servicial. El buceo con tiburones, único en Cuba, es una experiencia que bien merece por una vez me salte mi norma de ir donde el destino me lleve.