Un alto en el camino: la villa azucarera de Florida.
El viaje en un autobús de Viazul hasta Camagüey no tiene grandes alicientes, salvo el intentar descansar. La empresa Viazul, pensada para los turistas, dispone de modernos autobuses con aire acondicionado y confortables. Las ventajas son la comodidad, tanto al viajar como al comprar los billetes ya que se venden en cualquier oficina de turismo estatal. Como inconveniente, el hecho de que solo viajen turistas, impide aprovechar los largos viajes para tener contacto con el pueblo cubano y hacer amistades.
El único momento destacable del viaje fue la visita relámpago que hice a la localidad de Florida, a unos 40 kilómetros de mi destino, aprovechando una parada de 45 minutos que el autobús hace en el Hotel Florida para que los choferes almuercen. Tras comprometerme con el personal de la guagua a estar allí a la hora prevista de la salida, monté en un bicitaxi que encontré en la puerta trasera del hotel. En poco más de 40 minutos, el amigo Andrés Gómez - que así se llamaba el bicitaxi -, me llevó a dar un paseo por el centro de la ánimada población, me invitó a un café en la puerta de su casa, me llevó una guarapera - venden jugo de canya de azucar - y me acercó al Mercado Agropecuario para echar unas fotos. Todo un record que agradecí con el pago de 2 CUC por la carrera. Cinco veces más de lo que pagaría un cubano por el mismo trabajo.
La impresión que me llevé fue de Florida fue realmente grata. A excepción del Hotel Florida, que es lugar de pernoctación para viajeros de paso por estar situado en la misma Carretera Central que atraviesa toda Cuba, esta localidad azucarera, vive de espaldas al turismo. Eso se nota en sus animadas calles, donde las bicicletas, los caballos y el ir y venir de cubanos, le da un encanto especial.
Después de la parada en Florida, vuelta al autobús para completar los últimos 40 kilómetros necesarios para llegar a Camagüey, capital de la provincia del mismo nombre, y última escala de mi viaje hacia el este, antes de llegar a Santiago de Cuba, la capital del oriente cubano.
El único momento destacable del viaje fue la visita relámpago que hice a la localidad de Florida, a unos 40 kilómetros de mi destino, aprovechando una parada de 45 minutos que el autobús hace en el Hotel Florida para que los choferes almuercen. Tras comprometerme con el personal de la guagua a estar allí a la hora prevista de la salida, monté en un bicitaxi que encontré en la puerta trasera del hotel. En poco más de 40 minutos, el amigo Andrés Gómez - que así se llamaba el bicitaxi -, me llevó a dar un paseo por el centro de la ánimada población, me invitó a un café en la puerta de su casa, me llevó una guarapera - venden jugo de canya de azucar - y me acercó al Mercado Agropecuario para echar unas fotos. Todo un record que agradecí con el pago de 2 CUC por la carrera. Cinco veces más de lo que pagaría un cubano por el mismo trabajo.
La impresión que me llevé fue de Florida fue realmente grata. A excepción del Hotel Florida, que es lugar de pernoctación para viajeros de paso por estar situado en la misma Carretera Central que atraviesa toda Cuba, esta localidad azucarera, vive de espaldas al turismo. Eso se nota en sus animadas calles, donde las bicicletas, los caballos y el ir y venir de cubanos, le da un encanto especial.
Después de la parada en Florida, vuelta al autobús para completar los últimos 40 kilómetros necesarios para llegar a Camagüey, capital de la provincia del mismo nombre, y última escala de mi viaje hacia el este, antes de llegar a Santiago de Cuba, la capital del oriente cubano.
<< Home