11 agosto 2005

El viajero propone...

Viajar sin más planificación previa que tener una fecha de vuelta a casa - deber obliga -, es la mejor manera de disfrutar de la libertad del viajero. Cuando llego a una nueva ciudad, nunca sé con exactitud cuando decidiré dejarla.

Hoy, después de una semana en Santiago de Cuba, he sentido que había llegado el momento de partir. Consciente de la inminente finalización de mi viaje, he pensado que sería una buena idea pasar mis dos o tres últimos días en Cuba, en uno de los lugares más fascinantes y auténticos del país, la Isla de la Juventud.

La única forma de hacerlo con tan poco tiempo disponible, es viajar en avión. Un vuelo de Santiago a la Habana mañana por la mañana, y allí un nuevo vuelo de Habana a Nueva Gerona, capital de la Isla de la Juventud.

Tras visitar las oficinas de Cubana de Aviación y de Aerocaribbean, las dos compañías aéreas regionales que operan en Santiago de Cuba, descubro que no hay posibilidad alguna de encontrar un pasaje en los vuelos pretendidos. El viajero propone y las compañías de transporte disponen. En realidad el problema es aún mayor. No hay vuelos disponibles desde Santiago hasta La Habana en los próximos días, por lo que no podré utilizar este medio de transporte para llegar a tiempo a mi vuelo intercontinental, que sale a las nueve de la noche del domingo 14.

Descartada la opción de viajar hasta la Isla de la Juventud, mi preocupación es como recorrer los 900 kilómetros que me separan del aeropuerto de salida. Viazul es siempre una opción, pero no me resulta sugerente la idea de viajar durante 12 horas en una de estas aburridas guaguas para turistas. Tras no pocas averiguaciones, descubro que hay un tren que parte desde Santiago el sábado por la noche a las 23 horas y que tiene prevista su llegada hacia las dos de la tarde del domingo. Quince largas horas, noche incluida en un poco fiable tren cubano. Prometedor, arriesgado y muy auténtico.

Mañana a las 8.30 de la mañana debo estar en la cola del Centro Único de Reservaciones para comprar el billete. Si llego tarde, puede que se haya vendido ya. Me arriesgaré. Un toque de emoción en la recta final de mi viaje.