10 agosto 2005

Pescando chernas en Los Pinos.

Me cuenta Chago que una vez alguien escribió en internet una frase sobre su persona. Decía algo así como "Si quiere conocer Cuba, tiene que conocer Santiago de Cuba. Y si quiere conocer Santiago de Cuba, tiene que conocer a Santiago Vallina". Y cuanta razón tenía.

Santiago conoce su ciudad como nadie. Conoce todo y a todos. "Chago, ¿tú conoces a algún buzo con el que pueda salir a hacer pesca submarina?". "Por supuesto. Mira, vamos con el tur a Playa Siboney a ver si podemos cuadrar con Israel, que el tipo es como un pez bajo el agua". Y lo hicimos.

Hoy muy temprano, después de haber cuadrado ayer con Israel, hemos recogido al buzo en su humilde casa de Siboney, en la playa. Él ha conseguido para mí unas destartaladas patas de rana - aletas - y un cinturón de plomos. Fusil de pesca solo hay uno, un 65 cm de aitre comprimido que parece estar en buen estado. Lo compartiremos.

Nos desplazamos en el carro tras almorzar en playa Siboney un bocadito de macho y un refresco, hacia el oeste siguiendo la costa. Más allá de Playa Larga. Tras cruzar un puesto fronterizo - hay una base naval cerca - y pedir autorización a los militares para pescar en la zona, llegamos a una solitaria costa rocosa llamada Los Pinos, dentro de los límites del inmenso Parque Baconao.

En Los Pinos desplegamos todo el equipo de Israel - nada que ver con los modernos equipos de pesca que uso en España -. Me equipo con mi máscara, el cinto de plomos y las patas de rana destartaladas. Nadamos contra el oleaje unos 500 metros hasta alcanzar un fondo coralino de unos 20 metros de profundidad. Hemos pactado que él pescará primero a esa profundidad y posteriormente saldremos hacia la costa para que pueda hacerlo yo a unos 6-8 metros. No puedo pescar a tanta profundidad como Israel.

Me cuenta Israel que en el lugar donde estamos hay un agujero donde hace tres días pescó una inmensa cherna y una langosta. Lo hemos encontrado, veinte metros más abajo. Israel se concentra, respira y desciende hacia el fondo con una gracilidad y técnica increibles. El tipo tiene una exquisita y depurada técnica de pesca a la caída asombrosa. Desciende casi sin mover un músculo, controlando la dirección y velocidad de la caída con sutiles movimientos de las aletas. Llega a la cueva, mira y dispara. Inmediatamente aparece una cherna - mero - de unos tres kilos que Israel agarra y sube hacia la superficie sin darle tiempo a enrocarse. Increíble.

Fueron cuatro largas y agotadoras horas de pesca en aguas caribeñas. Israel pescó dos grandes chernas, una barracuda, un limón y un puñado de peces loro. Yo me tuve que conformar con la captura de un pez loro guacamayo, tras varios intentos fallidos de dominar la técnica de la caída con tan rústico equipo.

Una jornada inolvidable que termina hacia las 5 de la tarde con la llegada a la casa. Chago y yo hemos negociado con Israel que nos quedaremos las chernas y el pez limón a cambio de unos pocos pesos. Invertimos el resto de la tarde en cocinar el pescado. Chago preparará una de las chernas asada y yo prepararé con las dos inmensas cabezas de cherna, una sopa medio española medio cubana.

Chago, Franco, su novia y yo disfrutamos por la noche de una cena marinera exquisita, regada con una botella de ron que nos tuvo de conversación hasta la madrugada. Un buen día, sin duda.