13 agosto 2005

Libros, libros, libros.

A Teresa Mendoza, la Reina del Sur, la dejé en Camagüey. En realidad terminé de leer la novela de Pérez-Reverte camino de Cienfuegos, pero hasta Camagüey no encontré a la persona adecuada para regalarle el libro. Es contradictorio, en Cuba existe un eficaz sistema educativo gratuito y buena parte de los cubanos tienen formación universitaria. Sin embargo, en la mayoría de las casas no hay libros. Y no es una cuestión económica ya que un libro en una librería estatal, viene a costar lo mismo que una pizza de jamón y queso en la calle, unos 10 pesos cubanos. En Cuba se ve mucho la televisión, todo el mundo escucha música, pero conocí a poca gente que leyera libros. Resulta pues contradictorio, especialmente si tenemos en cuenta que en Cuba todo el mundo tiene mucho tiempo libre. Incluso las personas que trabajan, suelen hacerlo tan solo tres o cuatro días a la semana. Y normalmente solo medio día.

Sin embargo, en Cuba existen buenos escritores, no hay duda. En una librería de la calle República de Camagüey, donde se quedó la novela de Pérez-Reverte, Zulema me descubrió algunos de los narradores contemporáneos cubanos. Bien asesorado, compré allí dos novelas. "Allegro de habaneras" de Humberto Arenal y "Sentada sobre el verde limón" de Marcial Gala.

La primera sin ser una gran novela, me resultó interesante, ya que narra las relaciones entre las mujeres cubanas y los turistas de una forma entretenida y reveladora. Habla de amor, pero también de jineterismo, al tiempo que revela al lector cuan diferentes tipos de personas conviven en la sociedad de Cuba. La novela de Marcial Gala, es harina de otro costal. Con estilo narrativo repleto de fuerza y mala uva, cuenta la atormentada vida de cuatro personajes con una personalidad arrolladora. Harris, el viejo saxofonista alcohólico; Kirenia, la novia de 18 años de Harris y lesbiana; Ricardo, el pintor rastafari que pasa el día entre alcohol y marihuana; y Liset, la hija de Harris, jinetera y amante ocasional de Ricardo y Kirenia. Una novela arrolladora, intimista, terrorífica. Apasionante.

Ayer bajé a la librería que hay en la calle Aguilera, muy cerca del apartamento de Santiago y Carmen, con la esperanza de encontrar alguna novela más de Marcial Gala. La apática mujer que me atendió, ni conocía a este autor, ni sabía distinguir un autor cubano de un autor norteamericano, así que decidí explorar por mí mismo los escasos volúmenes disponibles en el local. Al final me llevé "Caniquí" de José Antonio Ramos, una novela ambientada en la Cuba azucarera y esclavista del siglo XIX. Esta novela me la recomendó Zulema en Camagüey, pero no la compré allí. También compré dos libros de relatos cortos de un autor santiaguero y de otro holguinero. Todo por 38 pesos cubanos, menos de 1,50 euros. Una ganga. La dependienta solo sonrió cuando dejé 12 pesos de propina. No por ganas, sino por no tener cambio.

En parte por la proximidad del final del viaje, en parte por no haber podido salir de Santiago en el momento en que pensé en hacerlo, estos últimos días me hallo sumergido en la lectura de literatura cubana. Mi amigo Santiago anda preocupado "¿Qué pinga hace un español jodedor como tú leyendo un libro tras otro?".