13 agosto 2005

La capacidad de adaptación del ser humano. Otra vez...

Esta noche me espera el tren, si no hay cancelaciones - el 20% de trenes se cancelan en Cuba, confío en mi suerte -. Viajaré durante unas 14 horas o más a lo largo de todo el país hasta llegar previsiblemente a partir de las dos de la tarde hasta La Habana. Desde ahí, un par de horas o tres visitando la ciudad con la mochila a cuestas, para hacia las 19 horas estar en el aeropuerto y pasar otra noche viajando hasta llegar a Madrid. En total serán unas 40 horas de viaje desde Santiago de Cuba hasta Castellón, mi destino final. Un largo viaje de regreso.

Estaba recordando las sensaciones que me invadían apenas 24 horas antes de iniciar mi viaje. No tenía ningunas ganas de iniciarlo. Sentía auténtica pereza. Sin duda se debe a la capacidad innata de adaptación del ser humano. Estamos bien allá donde estamos y sentimos cierta inquietud ante la perspectiva de un cambio radical en nuestra manera de vivir. Debe ser eso.

Hoy, de hecho desde hace un par de días, siento la misma sensación que hace ahora tres semanas. No tengo ningún deseo de iniciar el viaje de retorno. Siento auténtica pereza. Y tristeza. Siento tristeza por dejar este país, a esta gente, este clima, esta comida, esta música, estos olores, esta manera de hablar, este ritmo de vida. Es todo tan distinto.

Y sin duda como mi destino es de sobra conocido, necesitaré muy poco tiempo para adaptarme de nuevo a esa otra manera de vivir. Eso sí, sacrifiqué una semana de estancia en Cuba para tener una semana más de vacaciones en España, antes de volver al ritmo de vida que nuestra sociedad impone. Pasar un mes viviendo a ritmo cubano y volver inmediatamente al ritmo europeo es imposible y deprimente. Así que lo tomaré con calma.

Libros, libros, libros.

A Teresa Mendoza, la Reina del Sur, la dejé en Camagüey. En realidad terminé de leer la novela de Pérez-Reverte camino de Cienfuegos, pero hasta Camagüey no encontré a la persona adecuada para regalarle el libro. Es contradictorio, en Cuba existe un eficaz sistema educativo gratuito y buena parte de los cubanos tienen formación universitaria. Sin embargo, en la mayoría de las casas no hay libros. Y no es una cuestión económica ya que un libro en una librería estatal, viene a costar lo mismo que una pizza de jamón y queso en la calle, unos 10 pesos cubanos. En Cuba se ve mucho la televisión, todo el mundo escucha música, pero conocí a poca gente que leyera libros. Resulta pues contradictorio, especialmente si tenemos en cuenta que en Cuba todo el mundo tiene mucho tiempo libre. Incluso las personas que trabajan, suelen hacerlo tan solo tres o cuatro días a la semana. Y normalmente solo medio día.

Sin embargo, en Cuba existen buenos escritores, no hay duda. En una librería de la calle República de Camagüey, donde se quedó la novela de Pérez-Reverte, Zulema me descubrió algunos de los narradores contemporáneos cubanos. Bien asesorado, compré allí dos novelas. "Allegro de habaneras" de Humberto Arenal y "Sentada sobre el verde limón" de Marcial Gala.

La primera sin ser una gran novela, me resultó interesante, ya que narra las relaciones entre las mujeres cubanas y los turistas de una forma entretenida y reveladora. Habla de amor, pero también de jineterismo, al tiempo que revela al lector cuan diferentes tipos de personas conviven en la sociedad de Cuba. La novela de Marcial Gala, es harina de otro costal. Con estilo narrativo repleto de fuerza y mala uva, cuenta la atormentada vida de cuatro personajes con una personalidad arrolladora. Harris, el viejo saxofonista alcohólico; Kirenia, la novia de 18 años de Harris y lesbiana; Ricardo, el pintor rastafari que pasa el día entre alcohol y marihuana; y Liset, la hija de Harris, jinetera y amante ocasional de Ricardo y Kirenia. Una novela arrolladora, intimista, terrorífica. Apasionante.

Ayer bajé a la librería que hay en la calle Aguilera, muy cerca del apartamento de Santiago y Carmen, con la esperanza de encontrar alguna novela más de Marcial Gala. La apática mujer que me atendió, ni conocía a este autor, ni sabía distinguir un autor cubano de un autor norteamericano, así que decidí explorar por mí mismo los escasos volúmenes disponibles en el local. Al final me llevé "Caniquí" de José Antonio Ramos, una novela ambientada en la Cuba azucarera y esclavista del siglo XIX. Esta novela me la recomendó Zulema en Camagüey, pero no la compré allí. También compré dos libros de relatos cortos de un autor santiaguero y de otro holguinero. Todo por 38 pesos cubanos, menos de 1,50 euros. Una ganga. La dependienta solo sonrió cuando dejé 12 pesos de propina. No por ganas, sino por no tener cambio.

En parte por la proximidad del final del viaje, en parte por no haber podido salir de Santiago en el momento en que pensé en hacerlo, estos últimos días me hallo sumergido en la lectura de literatura cubana. Mi amigo Santiago anda preocupado "¿Qué pinga hace un español jodedor como tú leyendo un libro tras otro?".

12 agosto 2005

Los quince de Diana.

Para toda mujer cubana, su fiesta de los quince es junto con el matrimonio, la fiesta social más importante de toda su vida. Los quince son además muy especiales, ya que con seguridad se celebrarán tan sólo una vez en la vida. En Cuba es habitual que el matrimonio se celebre en más de una ocasión.

En casa de Santiago y Carmen andan atareados hace varios días con los preparativos de los quince de Diana, su hija menor que se celebrará el próximo 19 de agosto.

Una buena fiesta de los quince es complicada y cara de organizar. Los quince de Blanca, la hermana mayor de Diana, costaron cerca de 1000 dólares .Una cifra prohibitiva para la mayoría de familias cubanas.

Los quince de Diana serán más austeros. Me cuenta Santiago que los tiempos andan duros, los precios caros y los suministros escasos. "Se hará lo que se pueda, Compay".

Unos quince al uso, tienen que contar con un caro book fotográfico realizado por un fotógrafo de prestigio, ya que estas fotos se enseñarán durante toda la vida a los visitantes de la casa. Hay que hacer un vídeo del acontecimiento. Hay que comprar un bonito vestido para la niña, y unos buenos zapatos. Y maquillarla y peinarla como una reina. Es su presentación en sociedad. Y hay que alquilar un equipo de música, y buscar un lugar donde celebrar la fiesta. En una casa grande de una amistad o en un restaurante o un hotel. Opciones caras estas últimas. Y lo más importante, hay que organizar comida y bebida para todos los asistentes. Porque en una fiesta que se precie todos deben comer y beber hasta saciarse.

A los quince de Diana acudirán más de cien invitados en total. Contando a familiares, compañeros de colegio, amigos y vecinos. Mucha gente y mucho que organizar. La fiesta se celebrará en casa de una amistad, la cosa no está para alquilar un local.

Chago y Carmen andan estos días con los preparativos. Carmen no sabe si hacer ella misma las ensaladas frías o cuadrar con una mujer que se las da hechas por 18 pesos la libra. Anda echando cuentas a ver que le conviene más. Chago anda peleando con unos tipos que le pueden alquilar un equìpo de música a buen precio, aunque no acaba de cuadrar con ellos. Y anda complicado con un negro que le ofrece la cerveza de pipa - al mayor - a buen precio.

Hoy me han entregado la invitación para la fiesta. Desgraciadamente no estaré en Cuba en esta fecha. Aunque seguro que en mi próxima visita a la casa, Diana me mostrará las fotos y el vídeo de sus quince y será, casi, como si hubiese estado allí.

Atardecer en Santiago de Cuba

Del abrasador sol tropical, a esta hora de la tarde, sólo queda un resplandor rojizo que se refleja con mil matices cálidos en las nubes que se divisan a lo lejos, al otro lado de la bahía. Se adivina la esfera roja, ya baja, tras una gran masa de nubes grises y compactas que adivino están descargando agua sobre la Sierra Maestra. Más cerca las siempre tranquilas aguas interiores, grises como casi siempre y apenas alterada su superficie por la influencia de la suave brisa.

Y ya en esta ribera de la Bahía de Santiago de Cuba, la ciudad se muestra al atardecer en todo su esplendor. Predominan los colores ocres de los inmaculados techos de tejas de barro alternados con techos ruinosos de oxidadas placas metálicas. El ocre se mezcla con el omnipresente verde de Cuba. Aquí y allá manchas verdes salpican el paisaje urbano de la capital del oriente. Algunas de las casas tienen en sus patios interiores, grandes árboles que emergen altaneros entre los ocres techos. Islas verdes en un mar de cemento, barro y metal.

Un perro callejero ladra. Una orquesta de salsa hace sonar su música, probablemente en la cercana calle Heredia, cuna de la música tradicional cubana. Un tipo negro proclama a los cuatro vientos su condición de vendedor de yuca mientras avanza con pesados andares por la empinada calle que viene de la orilla. Su voz se mezcla con la del niño que juega en una terraza cercana.

Santiago de Cuba es música, es sonido, es aromas, es gentío.

La brisa del oeste aumenta su intensidad. Llovió ya en la sierra. Lloverá pronto aquí.

Cae la noche en Santiago.

11 agosto 2005

El viajero propone...

Viajar sin más planificación previa que tener una fecha de vuelta a casa - deber obliga -, es la mejor manera de disfrutar de la libertad del viajero. Cuando llego a una nueva ciudad, nunca sé con exactitud cuando decidiré dejarla.

Hoy, después de una semana en Santiago de Cuba, he sentido que había llegado el momento de partir. Consciente de la inminente finalización de mi viaje, he pensado que sería una buena idea pasar mis dos o tres últimos días en Cuba, en uno de los lugares más fascinantes y auténticos del país, la Isla de la Juventud.

La única forma de hacerlo con tan poco tiempo disponible, es viajar en avión. Un vuelo de Santiago a la Habana mañana por la mañana, y allí un nuevo vuelo de Habana a Nueva Gerona, capital de la Isla de la Juventud.

Tras visitar las oficinas de Cubana de Aviación y de Aerocaribbean, las dos compañías aéreas regionales que operan en Santiago de Cuba, descubro que no hay posibilidad alguna de encontrar un pasaje en los vuelos pretendidos. El viajero propone y las compañías de transporte disponen. En realidad el problema es aún mayor. No hay vuelos disponibles desde Santiago hasta La Habana en los próximos días, por lo que no podré utilizar este medio de transporte para llegar a tiempo a mi vuelo intercontinental, que sale a las nueve de la noche del domingo 14.

Descartada la opción de viajar hasta la Isla de la Juventud, mi preocupación es como recorrer los 900 kilómetros que me separan del aeropuerto de salida. Viazul es siempre una opción, pero no me resulta sugerente la idea de viajar durante 12 horas en una de estas aburridas guaguas para turistas. Tras no pocas averiguaciones, descubro que hay un tren que parte desde Santiago el sábado por la noche a las 23 horas y que tiene prevista su llegada hacia las dos de la tarde del domingo. Quince largas horas, noche incluida en un poco fiable tren cubano. Prometedor, arriesgado y muy auténtico.

Mañana a las 8.30 de la mañana debo estar en la cola del Centro Único de Reservaciones para comprar el billete. Si llego tarde, puede que se haya vendido ya. Me arriesgaré. Un toque de emoción en la recta final de mi viaje.

10 agosto 2005

Pescando chernas en Los Pinos.

Me cuenta Chago que una vez alguien escribió en internet una frase sobre su persona. Decía algo así como "Si quiere conocer Cuba, tiene que conocer Santiago de Cuba. Y si quiere conocer Santiago de Cuba, tiene que conocer a Santiago Vallina". Y cuanta razón tenía.

Santiago conoce su ciudad como nadie. Conoce todo y a todos. "Chago, ¿tú conoces a algún buzo con el que pueda salir a hacer pesca submarina?". "Por supuesto. Mira, vamos con el tur a Playa Siboney a ver si podemos cuadrar con Israel, que el tipo es como un pez bajo el agua". Y lo hicimos.

Hoy muy temprano, después de haber cuadrado ayer con Israel, hemos recogido al buzo en su humilde casa de Siboney, en la playa. Él ha conseguido para mí unas destartaladas patas de rana - aletas - y un cinturón de plomos. Fusil de pesca solo hay uno, un 65 cm de aitre comprimido que parece estar en buen estado. Lo compartiremos.

Nos desplazamos en el carro tras almorzar en playa Siboney un bocadito de macho y un refresco, hacia el oeste siguiendo la costa. Más allá de Playa Larga. Tras cruzar un puesto fronterizo - hay una base naval cerca - y pedir autorización a los militares para pescar en la zona, llegamos a una solitaria costa rocosa llamada Los Pinos, dentro de los límites del inmenso Parque Baconao.

En Los Pinos desplegamos todo el equipo de Israel - nada que ver con los modernos equipos de pesca que uso en España -. Me equipo con mi máscara, el cinto de plomos y las patas de rana destartaladas. Nadamos contra el oleaje unos 500 metros hasta alcanzar un fondo coralino de unos 20 metros de profundidad. Hemos pactado que él pescará primero a esa profundidad y posteriormente saldremos hacia la costa para que pueda hacerlo yo a unos 6-8 metros. No puedo pescar a tanta profundidad como Israel.

Me cuenta Israel que en el lugar donde estamos hay un agujero donde hace tres días pescó una inmensa cherna y una langosta. Lo hemos encontrado, veinte metros más abajo. Israel se concentra, respira y desciende hacia el fondo con una gracilidad y técnica increibles. El tipo tiene una exquisita y depurada técnica de pesca a la caída asombrosa. Desciende casi sin mover un músculo, controlando la dirección y velocidad de la caída con sutiles movimientos de las aletas. Llega a la cueva, mira y dispara. Inmediatamente aparece una cherna - mero - de unos tres kilos que Israel agarra y sube hacia la superficie sin darle tiempo a enrocarse. Increíble.

Fueron cuatro largas y agotadoras horas de pesca en aguas caribeñas. Israel pescó dos grandes chernas, una barracuda, un limón y un puñado de peces loro. Yo me tuve que conformar con la captura de un pez loro guacamayo, tras varios intentos fallidos de dominar la técnica de la caída con tan rústico equipo.

Una jornada inolvidable que termina hacia las 5 de la tarde con la llegada a la casa. Chago y yo hemos negociado con Israel que nos quedaremos las chernas y el pez limón a cambio de unos pocos pesos. Invertimos el resto de la tarde en cocinar el pescado. Chago preparará una de las chernas asada y yo prepararé con las dos inmensas cabezas de cherna, una sopa medio española medio cubana.

Chago, Franco, su novia y yo disfrutamos por la noche de una cena marinera exquisita, regada con una botella de ron que nos tuvo de conversación hasta la madrugada. Un buen día, sin duda.

Un día de playa.

Dejé a propósito mi obligada visita a Santiago de Cuba para la última etapa de mi viaje. Sabía que una vez en la capital del oriente cubano, me sería muy difícil abandonarla. Los santiagueros son sin duda, junto a los pineros - Isla Juventud -, la gente más hospitalaria de Cuba. Y esto es decir mucho. Y entre todos los santiagueros, Santiago Vallina y su familia destacan por su hospitalidad. Desde el momento en que un turista entra en su casa, ellos hacen que se sienta un miembro más de su familia. Se cuenta con el visitante - en este caso conmigo - para todo. Y eso en casa de Santiago, es mucho.

Ayer por supuesto, acompañé a la familia a la fiesta de cumpleaños de Alejandro, un vecino. Esta vez, la fiesta sería en una playa solitaria. Una veintena de invitados entre familiares, vecinos, amigos y algún turista como yo, nos desplazamos hasta El Caletoncito, a unos 40 kilómetros al este de Santiago de Cuba.

Llegamos hasta allá en un Peugeot 206 que alquilé. Nada más llegar, me presentan a Alejandro quien junto con su familia me acoge inmediatamente y sin reservas. Así son los santiagueros.

Alejandro obsequia a los invitados con un ovejo - cordero - que se mata, despieza y se guisa en la misma playa. Como es costumbre, todos los invitados aportan algo a la fiesta, siempre según sus posibilidades. En mi caso aporté una caja de cervezas nacionales - 10 CUC - y dos botellas de ron Cubay - 2,5 CUC cada una -.

El savoir vivre de los cubanos se manifiesta ante mis ojos una vez más. Comida, música, baile, gritos y risas, baño en las aguas de la cala, y sobre todo ríos de ron Cubay y cerveza de a 10 pesos que todos, hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes,consumen durante toda la jornada hasta la puesta de sol.

Tras tomarnos varios tragos, charlaba yo con mi nuevo amigo Franco el italiano, que por allí andaba con Karina, su chica cubana. "Sabes Franco, cuantos turistas comemierda que andan estos días por Varadero pagarían cientos de dólares por poder vivir un momento tan intensamente cubano como éste?". Franco asintió. Esto no tiene precio.

09 agosto 2005

Otros lugares de interés de Santiago de Cuba.

Además del centro histórico, la ciudad de Santiago tiene otros muchos lugares que merece la pena volver a visitar - ya estuve en Santiago el año pasado coincidiendo con los Carnavales -. Eso sí, es conveniente disponer de un vehículo de alquiler, cosa nada fácil en Santiago de Cuba en temporada alta, si no queremos gastar una fortuna en taxis.

A unos 10 kilómetros del centro, en la punta este de la boca de la inmensa Bahía de Santiago de Cuba, se alza imponente el Castillo de San Pedro del Morro. Se trata de una fortaleza militar construida en el siglo XVII que está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, al igual que el centro histórico de Trinidad, su valle de los ingenios y el Malecón de La Habana.

Este impresionante edificio merece sin duda una visita. Además de difrutar de una espectaculares vistas y de una arquitectura interesante, conoceremos más sobre la apasionante historia de la piratería del Caribe, inspiradora de tantas novelas y películas. Aquí sabremos más sobre los corsarios, bucaneros, filibusteros y piratas. Muy instructivo e interesante.

Ya que andaba yo con el coche alquilado, en compañía como no de Chago, nos dirigimos de nuevo hacia la ciudad. Al noreste avanzando por la Avenida Jesús Menendez que discurre paralela a la bahía, llegamos al Cementerio Santa Ifigenia. Sin ser este camposanto tan impresionante como el Cementerio Cristobal Colón de La Habana, sí merece una detenida visita. Como aliciente, el cambio de la guardia de honor al estilo británico, frente al impresionante mausoleo de José Martí, héroe de la independencia cubana e inspirador de la revolución comunista.

Desde el cementerio, desplazándonos en coche en dirección oeste, visitamos una vez más la impresionante Plaza de la Revolución Antonio Maceo. En este impresionante espacio abierto, pensado para realizar actos multitudinarios al igual que la Plaza de la Revolución de La Habana, destaca una impresionante escultura ecuestre en bronce del general Antonio Maceo, militar de la guerra de la independencia cubano - hispano - norteamericana.

El centro histórico de Santiago de Cuba

Santiago de Cuba es la segunda ciudad del país en cuanto a tamaño y en cuanto a importancia. Con cerca de medio millón de habitantes es, sin embargo una ciudad mucho menos ajetreada que La Habana. El problema del transporte se hace sentir en Santiago. Por ello en las calles se ven menos automóviles, muchas motos y sin embargo pocas bicicletas ya que las empinadas calles santiagueras no son adecuadas para ellas.

Ayer dediqué la mañana a visitar el centro histórico de la ciudad. Pese a que Santiago ocupa una gran extensión, la mayor parte de los lugares de interés histórico se encuentran en una zona muy pequeña y apta para un paseo a pie.

Comencé el paseo por el Parque Céspedes, presidido por la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, el ayuntamiento de estilo colonial y la casa de Diego Velázquez, primer gobernador de Cuba, ahora convertida en un interesante museo.

Si avanzamos hacia el este tomando la calle Heredia, estaremos paseando por la calle donde se concentra la intensa actividad musical de Santiago de Cuba. Uno de los primeros edificios que encontraremos, será la Casa de La Trova, cuna del son cubano. En este lugar a mediodía y por la noche, se pueden ver los mejores intérpretes santiagueros de música tradicional cubana. Entre ellos, el trompetista Inaudi Paisán es uno de los habituales.

Dejé la calle Heredia a la altura de la Plaza de los Dolores. Una agradable plaza con mucha vegetación y sombra, que siempre está repleta de músicos ambulantes, turistas y jineteros a la caza del peso convertible. Si tenemos cierta habilidad para cortar a los jineteros que insistentemente nos reclamarán su atención - "Eh, España." "du yu uant cohiba" "de donde es usted?"- seremos capaces de disfrutar del lugar. Hace falta cierta habilidad.

Desde la Plaza de los Dolores, vale la pena visitar la animada calle Aguilera. En el número 563, apartamento 2, mi buen amigo Santiago y su mujer Carmen, alquilan a lus turistas una agradable habitación. Allí me alojo desde hoy. Tras el paseo por Aguilera, desembocaremos en la Plaza de Marte, una gran plaza en la que casi siempre podremos ver espontáneas manifestaciones artísticas - baile, música, cantos -. Es un buen lugar para retomar el aliento comprando un helado por 1 peso cubano en la plaza, antes de seguir en dirección al reparto Sueños - una de las más animadas zonas durante el carnaval -, para encontrarnos con el complejo del Cuartel Moncada. El 26 de julio de 1953, a las 5 de la madrugada, un jovencísimo Fidel Castro al frente de un centenar de guerrilleros, protagonizó un intento de asalto a este enclave militar. El intento de asalto fracasó y Fidel fue enviado al Presidio Modelo de la Isla de la Juventud, pero sigue recordándose hoy como la fecha en que oficialmente comenzó la revolusión cubana.

Tras una mañana dedicada a revisitar los lugares de interés histórico de la ciudad, la tarde tuvo un cariz radicalmente distinto. Santiago, su amigo Richard y el cuñado de éste, salimos a tomar. Comenzamos a primera hora de la tarde con unas cervezas en la Casa de la Trova y acabamos de madrugada en la terraza del Hotel Las Américas donde por cierto, en plena efervescencia cervecera, aparece Pepe, un tipo de mi ciudad. Pequeño es el mundo.

No recuerdo haber bebido nunca tantas cervezas en un solo día. Bueno sí... fue el año pasado durante los Carnavales de Santiago de Cuba, y por cierto acompañado de la misma gente.

07 agosto 2005

El cumpleaños de Richard. Una fiesta a lo cubano.


Con las últimas luces del día, me incorporo a la fiesta de cumpleaños de Richard, el mejor amigo de Santiago "Chago". La fiesta se está ya celebrando a esas horas en la casa de él, en la terraza superior de la casa, donde se disfruta de una interesante vista de la Plaza de Marte y de la Bahía de Santiago.

Richard y su mujer Yanilet - 23 años felizmente casados, todo un record en Cuba -, han trabajado todo el día para agasajar a los invitados. En toda celebración en Cuba y más en Santiago - con su legendaria hospitalidad -, no puede faltar comida. Han preparado pierna de macho - cerdo -, tamal frito - pasta de maíz - y chicharrones.

Los invitados van llegando. Muchos de ellos - como un servidor - traen alguna que otra botella de ron. Otros no traen nada. No importa. En una fiesta a lo cubano, cada cual aporta lo que sus recursos le permiten. Se comprende.

Asisten familiares, vecinos, amigos y algún que otro turista como yo. Todos comen, beben y conversan sobre todos los temas imaginables; las dificultades de la vida diaria en Cuba, los turistas, la amistad, y como no... las mujeres. Un hermano de Richard, que trabaja como barman, me da su secreto para el mojito. Franco, un italiano bajito y con hablares de mafioso siciliano que anda con una lindísima mulatita, - y que el tiempo me demostrará que es un excelente tipo pese a la primera impresión- me muestra en su teléfono móvil una colección de fotos de mulatas. Me ofrece el teléfono de la que prefiera. "Te puedo dar el de todas menos de esta que es mi novia". No gracias. Otro Richard - el yerno del anfitrión - me pone al día de las últimas novedades de la música cubana. Sabe que eso me interesa. "Los Van Van sacaron nuevo disco, está riquísimo" "Oye, y lo último de Candymán está rico, rico, rico". Vete grabándome unos cuantos cidís, compañero.

Y mientras tanto las botellas de ron Cubay van cayendo una tras otra. Fueron 16 botellas en total. Creo que salimos a una por persona. Mis habilidades como cantinero son apreciadas y requeridas. Un generoso chorro de ron, un poquito de hielo picado con un destornillador, refresco de cola y unas gotas generosas de limón criollo exprimido. Un perfecto Cubalibre, compay.

Hacia la medianoche la fiesta ha alcanzado su máximo apogeo. En el estéreo suenan alternativamente salsa, reggaeton y canciones lentas. Todo el mundo baila ya. Hombres, mujeres y niños. Jóvenes y ancianos. Me siento cansado tras el trajín de los últimos días y por el efecto de la docena de cubalibres que tomé. Demasiados. Discretamente me retiro a mi cuarto a descansar, mientras arriba sigue sonando la música.

Los cubanos saben como divertirse. Haya plata o no lo haya.

El parque Baconao y playa Siboney.

El parque Baconao se encuentra al este de Santiago de Cuba, ocupando una extensión de 800 kilómetros cuadrados, que han sido declarados reserva de la biosfera por la Unesco. Es un paraje natural de gran belleza, que cuenta además con algunas playas e instalaciones dedicadas al turismo.

Hoy visité la zona en compañía de mi amigo Santiago, su mujer Carmen y su hija Diana, aprovechando el carro rentado por unos turistas holandeses. Patricio, que así se llama el holandés, me contó un interesante proyecto que está desarrollando dentro del marco de un instituto de cooperación internacional holandés, dedicado a defender los derechos de las mujeres en la zona fronteriza de Ciudad Juárez, en México. Al conocer mi trabajo en medios de comunícación, tiene la esperaza que pueda ayudarle a denunciar la dificil situación de la mujer en esta zona. Le prometí ayudarle.

Visitamos El Porvenir, un complejo de ocio instalado en el corazón del Parque Baconao. El Porvenir consta de una piscina alimentada por las aguas de un rio. Allí disfrutamos de la piscina de aguas enverdecidas por la proliferación de algas - habitual en las piscinas cubanas -, de una buena conversación, unas cuantas cervezas fuertes Bucanero y de un buen almuerzo compuesto por ensalada y bisté de puerco. El complejo estaba abarrotado de gentes. No en vano era sábado y además en pleno agosto, tiempo de vacaciones también en Cuba.

Tras la visita a El Porvenir, una rápida escapada a la cercana Playa Siboney, que también pertenece a Baconao. Pese a lo avanzado de la hora, más de las seis de la tarde, cientos de santiagueros y muchos turistas, difrutaban aún de la animada playa. Me llamó la atención el importante operativo dispuesto por la Policía Nacional Revolucionaria - una docena de agentes - para la organización de la cola de la guagua a Santiago. Este dispositivo, que no existe en otras playas como la de Cienfuegos, viene a confirmar que Santiago de Cuba tiene cierto peligro. Los robos son frecuentes en esta playa, por lo que no se recomienda llevar más que lo imprescindible, un short - bañador -.

Sin embargo, el verdadero atractivo del Parque Baconao, no se encuentra en sus playas - que no son de las mejores de Cuba -, ni en sus múltiples instalaciones turísticas y de ocio. El verdadero atractivo de esta zona se encuentra en su impresionante naturaleza salvaje. Los bosques, montañas y valles invitan a realizar trekking en ellos, aunque el axfisiante calor santiaguero en esta época del año, hace que esta actividad sea solo apta para verdaderos valientes.